Enterrados mediante un estricto ritual que consiste en enterrar al fallecido mirando hacia el este en una fosa poco profunda, tras afeitarle la totalidad del cuerpo y envolverlo en un sudario, el descubrimiento de estos enterramientos fue, en un primer momento, objeto de enfrentamientos entre la comunidad hebrea nacional e internacional al iniciarse la exhumación de los mismos, aunque tiempo después, y tras un acuerdo con la Federación Española de Comunidades Judías, y el apoyo de un grupo internacional de rabinos, se procedió al re-enterramiento de los restos.
Desde entonces la necrópolis se ha integrado exitósamente dentro de los monumentos que forman par de la Red de Juderías Españolas, habiendo captado la atención, en especial, de la comunidad sefardí. El monumento, que supone una mezcla perfecta entre historia y religión, sufrió un proceso de mejora previamente a su apertura, realizándose cuatro recreaciones de los distintos tipos de enterramiento con un interés puramente didáctico, y añadiéndose posteriormente una fuente a petición de la comunidad sefardí, que requería la presencia de agua en este espacio para llevar a cabo el proceso de purificación.
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